lunes, 18 de junio de 2012



LO ENCONTRARON TRABAJANDO Y LO DEPOSITARON OTRA VEZ EN LA PRISIÓN 

Un preso no cumplió con el beneficio que le habían otorgado de salidas transitorias, pero no volvió al delito sino que consiguió trabajo. LA POLICIA LO DETUVO EN SU HORARIOA LABORAL Y HOY ESTÁ OTRA VEZ ENTRE REJAS.


Lorenzo tiene 28 años y está en Piñero. Quiere salir a trabajar por su futuro y el de su hijo "Junior". 
El ingreso a las cárceles suele ser siempre igual. Una puerta inmensa que se cierra, otra que se abre, rechina y es empujada por el borceguí negro y gastado de un penitenciario. Las miradas que se entrecruzan en los pasillos son iguales y se agudizan desafiantes. Los mismos ruidos secos y distantes son iguales en cada penitenciaría. El corazón se congela cada golpe de hierros y la risa nerviosa y el chiste fácil aparecen de golpe si no se es presidiario. Las cárceles son iguales, los hombres no. Lorenzo Franco hizo muchas cosas de chico y está pagando una larga condena. Tenía un régimen de salidas transitorias que en noviembre dejó de respetar y por eso fue recapturado la semana pasada. Esta vez la ley lo encontró en un lugar distinto: trabajando 12 horas por día en una distribuidora de gaseosas, peleando con él mismo para cambiar de vida, para matar su historia anterior.
Lorenzo purga una condena por un hecho del que la Justicia lo halló culpable, aunque él dice no recordarlo ni le interesa hablar de eso. El 24 de diciembre de 2003, tres muchachos intentaron robar una fábrica de Colombia 126 bis. Adentro se celebraba uno de los tantos brindis de Navidad y entre los festejantes estaba Alfredo Avigliano, padre de una empleada del lugar. Cuando los maleantes intentaron ingresar al local, Avigliano y otros dos hombres cerraron el portón de la fábrica. Pero uno de los jóvenes sacó un arma y disparó hacia adentro matando a Avigliano. Tres días después fueron detenidos Gustavo Aquino y Lorenzo Franco como sospechosos. En el proceso judicial, a Franco lo condenaron a 14 años de cárcel.
"A mi siempre me llevaban, siempre era Franquito, el del quilombo. Siempre era yo, hasta que me hice un habeas corpus. Pero el barrio también me marcaba", dice Franco ante los ojos neutros de otros internos, una tarde alambrada en le cárcel de Piñero, donde purga su pena.
En los ocho años posteriores a su captura, Lorenzo pasó por varios penales. Aprendió allí lo que no alcanzó a ver en su mundo de esquina, tomando cerveza mientras se planeaba un delito aislado para tener unos pesos.
En la calle. Se portó bien durante ese tiempo y logró que le otorgaran salidas transitorias. Así estaba un día afuera del penal y quince dias adentro. En noviembre pasado fue a su casa de Nicaragua al 100 bis y encontró a su hijo de 9 años al que él llama Junior. La madre del chico le dijo que se hiciera cargo de la criatura y él cumplió. Por eso, dice, el pibe es su ancla a otra vida, a una casa con ventanas y calles asfaltadas que aún no logró, pero para la cual le faltó poco.
Franco está alojado en una celda privada de Piñero. Se asombra con la entrevista, no alcanza a imaginar que importancia puede tener un convicto. "En noviembre empecé con las salidas, me hice cargo de mi hijo junto con mi mamá y empecé a buscar trabajo", dice, y mira fijo, resignado.
"Cuando salí me fui de cartonero con un carro y al tiempo busqué entrar a una fábrica, pero te piden estudio y además yo no podía entrar en blanco —técnicamente estaba con pedido de captura—. Como cartonero hacía unos 80 pesos por día. Te pagan 40 centavos el kilo de cartón y 60 el de vidrio. Laburas unas 10 horas y sacas eso". Cuesta sacarle las palabras pero demuestra que es rápido para las cuentas. Le gusta más observar que hablar. Finalmente consiguió trabajo en una distribuidora de gaseosas y de eso vivió seis meses.
Tentaciones. "Cuando salís te ofrecen de todo. Tenés miles de oportunidades para decir hago esto y me comopro un auto, una casa. Pero con lo que yo ganaba me sentía más que feliz. Yo entregaba la recaudación a la empresa, llevábamos mucha plata. Mucha gente que me conocía le decía a mi patroncito que se cuidara por que yo juntaba la plata y lo podía perjudicar. Pero él me tuvo confianza", cuenta.
Cuando lo capturaron, el pasado lunes en Santa Fe y Derqui, Lorenzo estaba montado en el estribo de un viejo Mercedes Benz haciendo el reparto diario de gaseosas. A menudo los humanos se conduelen de un hombre que estuvo preso, pero no todos dan una mano. Pablo, su amigo, se la dió (ver aparte).
"Hay demasiada droga y delincuencia. Todo cambió estos años, hay pibitos que son rechicos y andan por los pasillos. Se te acercan los del ambiente y podés ser delincuente o encargado de un búnker. Está más acelerado el barrio y la gente. Pero yo salí de la cárcel para cambiar mi vida y me encontré con la madre de Junior que me dijo «tomá tu hijo y encargate»."
La calle es el infierno esperado para un ex convicto. "Busqué trabajo por varios lados, pero no me dieron. Solamente Pablo me dio". Y cuenta que "ahora es peor que antes en la calle. La droga está en todos lados, mucha cocaína en toda la ciudad", dice entre silencios prolongados.
Según cuenta, un encargado de búnker anda en los 6 mil pesos por semana de ganacia, algo difícil de imaginar para un changarín que reparte gaseosas y tiene planes de futuro. En villa Fanta, donde nació y se crió Lorenzo, las cosas empeoraron. Hay qioscos de drogas por todos lados y la tentación es un revólver en la cintura. "La libertad no tiene precio", le decía Lorenzo a su amigos mientras estaba suelto en la ciudad.
El muchacho perdió su rabia exagerada. El alto alambrado del penal es su fin del mundo o el principio, según de que lado se pare. Es un hombre conocido, demasiado. Ahora le quedan por delante tal vez dos años de pasillos angostos y tardes iguales en celdas iguales. "Vamos a ver si el abogado puede hacer algo. Me dijeron que puede ser que salga para trabajar y dormir a la noche en un penal. A mi hijo lo espero el domingo, pero cuando hablamos por teléfono me dice que lo abandoné como la otra vez. Pero al final entiende que yo quiero que él esté bien". Lorenzo se levantó de la silla en que se mantuvo mientras se hizo la entrevista, se dejó esposar y caminó junto al guardiacárcel. Sus manos aguardan volver a cargar cajones de gaseosas y a acariciar la cara de Junior. 
¿QUE HACEMOS EN ESTOS CASOS? 

ES UN EJEMPLO DE REINSERCION SOCIAL PROPIA COMO EN MUCHOS CASOS YA QUE EL ESTADO BRILLA POR SU AUSENCIA EN SENTIDO GENERAL CON LOS JÓVENES QUE EN LA PRISIÓN TRATAMOS  SER BUENA GENTE, NO VOLVER A LAS PAREDES FRIAS Y GRIS. MUCHOS AL NO TENER ESTA POSIBILIDAD DE TRABAJO QUE PABLO LE BRINDO A LORENZO, SE VUELCAN AL DELITO Y ES ASI QUE SIGUEN HACIENDO NEGOCIO EN LA PRISIÓN CON LOS PIBES POBRES, LO MAS TRISTE PARA NOSOTROS ES QUE TRAEN A NUESTRAS FAMILIA TAMBIEN A LA CÁRCEL. EL CAMBIO EXISTE, Y NO SALE MUCHO DINERO, MENOS DE LOS $ 6 MIL PESOS QUE LE SALE AL ESTADO PAGAR POR CADA PRESO Y ESTO FUE LO QUE PAGABAN EL PASADO AÑO HOY ES OTRA SUMA. SOLO TIENEN QUE PENSAR EN UN FUTURO PARA SI Y LOS PIBES POBRES GENERALMENTE QUE SON LOS MAS BULNERABLE A CAER EN EL DELITO... MUCHAS GRACIAS POR SU TIEMPO EN LEER ESTA NOTICIA Y ESPERAMOS SU COMENTARIOS.
EQUIPO ROMPIENDO EL SILENCIO U-3 

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