Entrevista con una maestra de la Unidad Nº 3 de Rosario.

Hablamos con la primera maestra en dar clases en la UP 3. Ella nos cuenta sus vivencias personales y profesionales a partir de su trabajo dentro de una prisión.
—¿Qué implicó para vos entrar en cárcel a dar clases?
—Entrar a la escuela Nº 2003 implica entrar a la cárcel, rejas, guardias, documentos, muros. Los alumnos llegan y se van, permanecen, y los docentes representamos el escaso contacto con el mundo exterior.
—¿Cómo te llevás con los alumnos?
—Mi relación con los alumnos está basada en el buen trato, el respeto; trabajamos en un clima alegre y relajado donde el aula es el lugar de la expresión, de la palabra y de lo que ésta posibilita.
—¿Cuáles son las dificultades con que te encontrás para desarrollar tu labor?
—La primera dificultad está en las asistencias irregulares debido a distintos factores: desánimo, talleres simultáneos, otras veces me manifiestan que las guardias les impiden las salidas, etc. Otra dificultad es que se impide el ingreso a las mujeres a los pabellones. Sacar a los alumnos queda bajo la responsabilidad de los profesores varones y del director.
—¿Cómo describís tu experiencia en la cárcel?
—En lo personal es una experiecia diferente que me modifica como profesional y me aporta una visión distinta de lo que es la cárcel. Trato de que aprendan contenidos para acceder a un grado superior y creo que al acercase los alumnos a la escuela se produce en ellos un cambio, en la visión y en la vivencia del encierro, se proyectan, salen del presente continuo para pensar en el futuro. Inicialmente, pensé mucho en si podía trabajar en un ámbito tan particular como éste, porque la misión era importante: ser la primera maestra en la historia de esta escuela, que en 100 años sólo vio maestros varones.

Por Diego Silva, el Japo.